En los últimos años, el término “Incendios de Sexta Generación” ha cobrado mayor protagonismo en las noticias. Sin embargo, esta clasificación de generaciones de incendios es un concepto con un largo recorrido. Marta Miralles y Marc Castellnou presentaron este concepto en 2005, como una herramienta de planificación y adaptación a incendios con nuevas características y nuevos retos que representan para los cuerpos de extinción. En este punto, cabe aclararse que esta clasificación nace en la Península Ibérica, y aunque cada zona geográfica y cuerpo de extinción presenten sus particularidades, la esencia de esta diferenciación se corresponde con una realidad que representa los mismos desafíos, aplicables a todo el mundo.
Esta clasificación sigue un orden cronológico, ligado a la evolución antrópica del paisaje. Veamos qué caracteriza a cada una de estas instancias:
- 1 Generación: Continuidad de combustible
- 2 Generación: Velocidad de propagación
- 3 Generación: Intensidad de frente
- 4 Generación: Interfaz urbano forestal
- 5 Generación: Simultaneidad de incendios
- 6 Generación: Tormentas de fuego
El primer gran reto al que nos enfrentamos fue la continuidad del combustible. Con el abandono rural, el fuego ya no se detenía por las discontinuidades del paisaje y las maniobras habituales, que hasta el momento eran suficientes. Las líneas de agua y las herramientas manuales eran efectivas donde se podía trabajar, pero los perímetros cada vez más largos y extensos, dificultaban contener todo el perímetro de una forma rápida y segura. La respuesta a esta primera generación fue profesionalizar los cuerpos de extinción y crear infraestructuras de anclaje en el paisaje para generar más oportunidades.
Si bien creamos infraestructuras para compartimentar el paisaje, los incendios se vuelven cada vez más rápidos y continuos. El abandono rural genera que muchas zonas agrícolas pasen a ser forestales, donde el matorral, un combustible caracterizado por elementos finos e inflamables, se traduzca en una velocidad mayor de los incendios, superando la capacidad de ataque inicial. Asimismo, las políticas proteccionistas agravan el problema de la acumulación de combustible. En esta segunda generación, es donde aparecen los primeros sistemas de vigilancia y surgen campañas de concienciación, se intenta reforzar el primer ataque, así como dotar a los cuerpos de extinción de mayores recursos.
Dada la acumulación de combustible en nuestros bosques, estos son cada vez más capaces de lanzar focos secundarios a largas distancias y generar, lo que conocemos como, Grandes Incendios Forestales (GIFs). La tercera generación se caracteriza por tratarse de incendios continuos, rápidos e intensos, capaces de sobrepasar la capacidad de extinción. Eventos que requieren pasar de la maniobra a planteamientos tácticos para aprovechar las debilidades del incendio y encontrar ventanas de oportunidad. Esto generó la implantación de nuevas herramientas y maniobras junto con el análisis previo a los escenarios de riesgo. Se intenta entender cómo propaga el incendio para predecir oportunidades y se empiezan a hacer las primeras clasificaciones de incendios tipo. Cabe destacar que, en esta generación, es donde se trabaja en reintroducir el fuego como elemento de gestión mediante quemas prescritas.
Si bien hasta ahora hablábamos de un problema con un marcado carácter de ámbito rural, en el cuarta generación, los GIFs tienen lugar dentro de la Interfaz Urbano Forestal. Los incendios se convierten en un problema de Proteccón Civil y se pierde la iniciativa porque reaccionamos a la defensiva, sin anticiparnos, protegiendo en primer lugar, a la población. El principal reto planteado es el no colapso del sistema de extinción, y para ello, se aplica el Incident Command System (ICS), se establecen sectores funcionales en urbanizaciones y se mejoran los canales de información para que solo tenga lugar aquella que realmente es necesaria para la toma de decisiones.
Todo esto se complica con la quinta generación de incendios, donde aparece todo lo anterior de forma simultánea. Los escenarios son cada vez más dinámicos y hablamos a de escala de paisaje. Además, ya no se trata solo de una cuestión de abandono rural, sino que el cambio climático empieza a tener un papel relevante. Es en este momento, que debemos pasar del análisis táctico a escenarios estratégicos y tomar decisiones anticipadas frente al incendio. La toma de decisiones debe ser dinámica y se consideran los valores de la sociedad y el bien común. La gestión de los fuegos pretende generar paisajes resilientes.
Finalmente, cuando todavía en distintos lugares del mundo nos estamos readaptando y empezando a tomar medidas ante los retos que plantean estas primeras generaciones, aparece la Sexta Generación: megaincendios y tormentas de fuego potenciados por el cambio climático, capaces de modificar la atmósfera a gran escala y crear sus propias condiciones para propagar de forma extrema. En este punto, la ciencia no es capaz de modelizar y predecir con exactitud los eventos, y la gestión de la incertidumbre y la seguridad del bombero son los elementos que cobran protagonismo. Unos incendios que requieren cuerpos de extinción altamente capacitados para no perder la conciencia situacional y evitar escenarios inciertos.
¿Cuál es la adaptación y la solución a los retos que plantea esta nueva generación? ¿Van a estar preparados los cuerpos de extinción para los eventos próximos? Son muchas las cuestiones que se plantean y, por ahora, pocas soluciones efectivas. Una cosa es evidente. Observamos eventos extremos y fenómenos físicos que todavía no entendemos y que suponen un gran reto para los cuerpos de extinción y la comunidad científica.
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